Así lo defiendes del buylling, ayudándole a desarrollar la Inteligencia Emocional. Te mostraré como puedes hacerlo
Una de las cosas más importantes es que el niño tenga confianza en sí mismo y lo lograrás ayudándole a aprender a ser optimista
Hoy nos centraremos en las estrategias para desarrollar esta competencia.
¿Pero qué se entiende por optimismo?. La Real Academia Española nos dice, «Es la propensión a ver o juzgar las cosas en su aspecto más favorable». RAE
Martin Seligman, director del Departamento de Psicología de la Universidad de Pensilvania, nos dice que las personas optimistas:
- Sufren menos de depresión.
- Tienen más éxito escolar y laboral.
- Son más saludables que la mayoría de las personas.
Enseñándole a ser una persona optimista le estás ayudando a ser fuerte.
¿Cómo enseñarle a ser optimista?.
Si recuerdas, en mi anterior entrada te decía que moldeas la forma de ser de tu hijo con tu forma de actuar. Eres su modelo.
Como tú resuelvas las situaciones, aprenderá a resolverlas. Si tienes un estilo muy emocional, un poco exagerado incluso, lo más seguro es que adquiera un estilo parecido.
Si te tomas las cosas con más tranquilidad, aprenderá a hacerlo también.
Te invito a que reflexiones sobre una situación que puede producirse fácilmente.
Te voy a poner un ejemplo y dos formas diferentes de actuar.
¿Con qué actuación como padre o madre te identificas más?.
Imagina que tu hijo o hija de 10 años te ha pedido permiso para invitar a varios amigos a merendar en casa. Le dices que sí, pero con la condición de que después debe recoger todo.
Al terminar de merendar los chicos salen a jugar al fútbol y compruebas que el niño ha dejado todo como si hubiera pasado un terremoto….
¿Cómo actúas?.
Opción 1:
Te sientes disgustado porque van a venir unos amigos a casa y no tienes tiempo de arreglar las cosas. Cuando el niño vuelve, hablas con él:
– Alex, ¡nunca me haces caso!. Te dije que la condición era que después dejaras todo ordenado. Pero claro, ¡Nunca me escuchas!. ¡Siempre vas a lo tuyo!.
¡Eres un desastre!. ¡Nunca me pones las cosas fáciles!. ¡Tuve que recoger todo deprisa y corriendo!.
¡Ni por un momento piensas en mí!. Han venido unos amigos a casa. ¿Qué impresión se habrán llevado?. ¡De desastre total!. ¡Ve inmediatamente a tu habitación!. ¡Estás castigado!.
Opción 2:
Alex, dejaste la cocina hecha un desastre.
¡Estoy muy enfadado contigo!. Vinieron unos amigos a casa y tuve que recoger todo deprisa y corriendo.
Te dije 3 veces que podías invitar a tus amigos, con la condición de que después todo quedara ordenado y en su sitio. Sin embargo te fuiste a jugar al fútbol y no lo hiciste.
Como tuve que recoger todo con prisas, no tuve tiempo de arreglarme a mi gusto.
Quiero que te quedes en tu habitación durante 15 minutos y pienses en lo que has hecho. Luego quiero que me digas qué harás la próxima vez para que esto no vuelva a ocurrir.
Ahora vamos a ver lo que ha pasado en cada una de las situaciones:
Opción 1:
«Nunca me haces caso». Al hablar de esta forma das por hecho que la conducta del niño no cambiará nunca. Siempre es así y lo seguirá siendo, sin remedio. ¿No tendrá oportunidad para cambiar y mejorar?
Además estás exagerando la reacción emocional. Tu hijo se sentirá fatal, muy culpable. No estás tendiendo puentes.
¡Nunca me pones las cosas fáciles!… fíjate, si le dices eso, irá adquiriendo un autoconcepto de persona que hace la vida difícil a los demás.
¡Ve inmediatamente a tu habitación!. ¡Estás castigado!. Le pones un castigo que no es claro. Sólo conseguirás que se sienta muy culpable, fatal. No tiene la oportunidad de hacer algo para remediar la situación. Estás cerrando la comunicación.
Esta es una forma de enfrentar las situaciones con un estilo pesimista.
Opción 2:
¡Estoy muy enfadado contigo!. Vinieron unos amigos a casa y tuve que recoger todo deprisa y corriendo:
En este caso tu crítica es específica. Describes con exactitud cómo te sentiste, lo que ocurrió, lo que causó el problema y el efecto que tuvo. Haces que tu hijo se sienta culpable en su justa medida.
Quiero que te quedes en tu habitación durante 15 minutos y pienses en lo que has hecho:
Además le das la oportunidad de reflexionar sobre lo que ha hecho, de pensar cómo remediarlo. Abres el camino del diálogo, le estás enseñando que se habla de los problemas
En esta caso enfrentas la situación con un estilo optimista.
Reflexionar sobre el modo de interactuar con tu hijo o hija te dará la oportunidad de mejorar tus puntos débiles, (todos tenemos cosas en las que podemos mejorar).
Hay muchas maneras de desarrollar la Inteligencia Emocional del niño. Puedes hacerlo a través de actividades y juegos divertidos.
En la web de la Universidad Internacional de Valencia he encontrado una idea que me ha gustado mucho. Se trata de preparar El Tarro de las buenas noticias.
Preparar esta actividad con tu hijo le hará a pensar en las cosas buenas que suceden en su vida. Le ayudará a pensar en positivo.
Estrategia:
Entre los diferentes miembros de la familia debéis preparar un tarro vistoso o una caja.
Consigna:
Cada vez que ocurra algo especialmente bueno en la familia, (una buena nota, el nacimiento de un hermanito, un cumpleaños, etc), dependiendo de la edad del niño, lo escribirá, hará un dibujo sobre ello o lo representará como le guste.
La idea es que lo represente como quiera y lo introduzca en el bote.
En esta actividad podéis participar todos, vosotros los padres y los hermanos si los tiene.
Podéis acordar que cada cierto tiempo cogeréis los dibujos y notas para leerlas cuando estéis todos juntos. De este modo se establecerá un diálogo para hablar de las cosas buenas que suceden en la vida.